Está descontado que los dos ven a clasificarse. Lo único que se ponía en disputa era quién se quedaba con el primer puesto. Y, como no podía ser de otra forma, los All Blacks empezaron su camino hacia la defensa de título con una victoria por 23 a 13. Eso si, lejos estuvo de maravillar.

Los campeones del mundo suelen ofrecer arranques a toda orquesta en los mundiales. No fue el caso en esta ocasión. Al menos, en los primeros minutos. Sudáfrica lo maniató, le hizo lenta la salida de la pelota y convirtió a los All Blacks en un equipo previsible. La imagen fue elocuente, con los neozelandeses sin poder salir de su zona de 22 yardas. Handré Pollard adelantó a los Springboks con un penal.

Sudáfrica fue a lo suyo. No tendrá nombres ilustres como en los campeonatos de 1995 o 2007, pero ejecutó con maestría su libreto de presión y rigor físico. Para darse una idea de quién imponía las condiciones, Nueva Zelanda recién conoció el campo de los Springboks a los 20 minutos. No fue precisamente por mérito propio. Un pase al piso le dio la chance a Richie Mo'unga para escapar del asedio. Sus rivales mataron el juego y provocaron el penal que le permitió al apertura empatar el duelo. No sabían lo que les esperaba.

En estos meses hubo un debate nacional sobre quién tenía que ser el 10 de los All Blacks después de la era dorada de Dan Carter. Beauden Barrett era su heredero natural: fue elegido el mejor jugador del mundo en 2016 y 2017 porque reunía destrezas individuales únicas. Pero no terminaba de convencer porque su juego con el pie no es su principal fuerte. Algo que sí tiene Mo'unga, más táctico, más conductor y con un presente envidiable: es la figura de Crusaders, el tricampeón del Super Rugby. Para más referencias, preguntarle a Jaguares.
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"¿Por qué tengo que elegir entre uno y otro?", habrá pensado Steve Hansen. El head coach eligió una solución salomónica: corrió a Barrett como fullback. De esta forma, aprovecha el pie exquisito de Mo'unga como apertura y le da más libertad a Barrett para que explote, desde atrás, los espacios con su velocidad. Esas dos cualidades se vieron en el primer try de los All Blacks: empezó con un kick cruzado del 10 para Sevu Reece, continuó con Barrett adentro de la defensa y terminó con el debutante George Bridge adentro del ingoal.

Lo mejor del partido

El showtime siguió con otro try de Scott Barrett, el más rústico de los tres hermanos que integran el plantel de los All Blacks, un registro que va directo al libro de records. Sudáfrica buscó rebelarse, pero se fue al descanso con el sabor amargo del que, sabe, tenía controlado el partido.

Lejos estaba de cerrarse. El rush neozelandés no le alteró las ideas a Sudáfrica. Sabía que su negocio estaba en ser vertical y lo dejó en claro en el try de Pieter-Steph du Toit. Fue tal el sometimiento en el contacto que el tercera línea levantó la pelota del ruck y se fue solo al ingoal ante la ausencia de un guardián en la formación. Poco después, Pollard clavó un drop que dejó la chapa 17-13 para los All Blacks.

A esa altura, el partido había entrado en un ritmo vertiginoso, de ida y vuelta. Los dos tomaban riesgos por sobre el control de la pelota. Rugby de hemisferio sur en todo su esplendor. Esa propuesta dejó mejor parados a los campeones del mundo, que terminaron con mejor resto físico. Antes de salir, Mo'unga sumó un penal y Barrett, que asumió la función de pateador, amplió a 10 la ventaja.

Faltaban 10 minutos y ya parecía cosa juzgada. Cheslin Kolbe, el wing sudafricano que mide 1.71, se mandó la corrida del partido y no llegó al try por unos pocos metros. Fue la última insinuación sudafricana. Nueva Zelanda dejó correr los minutos y se quedó con un partido incómodo, sin mostrar la superioridad que acostumbra. Eso no quita que se tratara del decimoquinto triunfo consecutivo para los reyes del deporte, que llegaron a Japón con la ambición de conquistar el tricampeonato consecutivo. Tendrá que mejorar muchísimo para consumarlo.