Y desde la postura en el escenario montado en la Facultad de Derecho de la UBA, los postulantes de Juntos por el Cambio y el Frente de Todos monopolizaron un intercambio en el que el resto de los invitados se conformó con el rol de actores secundarios.
En general, los actores principales tuvieron exposiciones recitadas de memoria en sus presentaciones de dos minutos y se entregaron al juego de chicanas en las sucesivas intervenciones cortas, en las que se refirieron al otro en modo directo.
Estaba todo dado para el golpe por golpe y así fue la tónica. El Presidente inauguró la guerra al hablar de seguridad. "Así son ellos, no van a cambiar", sostuvo sin mencionar a su rival y repitió la muletilla para introducir todos los tópicos del debate. "Nosotros combatimos las mafias, las barras", buscó diferenciarse.
En su esmero por dominar el debate, sin embargo, el jefe de Estado se quedó callado en más de una oportunidad en busca de inspiración. El titubeo es el enemigo principal en este tipo de citas. Volvió a atacar a "ellos" al señalar que la gestión kirchnerista fue la peor de la historia en materia energética. Le achacó que el empleo comenzó a estancarse entre 2012 y 2015 y sumó promesas de prosperidad a futuro, mientras admitía que durante su gestión se creó empleo de baja calidad. También se mofó de que "ellos" hablen de federalismo cuando protagonizaron el "látigo con la chequera" y recordó los rumores sobre eventuales quitas de recurso a la Ciudad si Fernández llega al gobierno. "A ellos no les molesta la corrupción", insistió.
Alberto volvió a mostrarse con suficiencia, le achacó a su rival que el consumo de drogas se incrementó durante su mandato y propuso crear un Consejo de Seguridad para generar políticas de Estado al respecto. "En energía usted lo único que hizo fue llenar el bolsillo de sus amigos", sostuvo Alberto. "A mí no me va a correr", sostuvo, al tiempo que ponía en escena su ya famoso dedo índice. Con tono de porteño de ley, volvió a repetir que no dejaría que lo corrieran, en este caso, contestando a Espert. "Cuando tuve diferencias, renuncié y me fui a mi casa", retrucó en relación a un planteo sobre su postura frente a la "asociación ilícita" de la gestión kirchnerista, al tiempo que al hablar de corrupción optó por atacar con la causa del Correo.
Mientras tanto, Jose Luis Espert y Nicolás del Caño desarrollaban su show con la tranquilidad de no depender de nadie, apuntando a los dos protagonistas pero con agendas bien marcadas. El debate ideológico, en definitiva, quedó en boca de los candidatos más radicalizados, por derecha e izquierda. Con modos distintos, aportaron ingenio y acidez al intercambio. El candidato del Frente de Izquierda, comparando a Miguel Pichetto con Micky Vainilla y reclamando la despenalización de la marihuana. El liberal, atacando a la "cofradía feudal" de los gremios, defenestró las leyes laborales y propuso subsidio por desempleo por más tiempo y suprimir las indemnizaciones por despido y propuso bajar la edad de imputabilidad a 14 años y hasta suprimir la coparticipación. Por último, se permitió invitar a los protagonistas estelares a darse un abrazo ("tan distintos no son").
Uno de los candidatos que había mostrado mayor déficit frente a las cámaras, Juan José Gómez Centurión, enfrentó las críticas a su desempeño en el debate santafesino. "No me preocupa, no vengo a ser políticamente correcto", desafió. Sin embargo, volvió a quedarse sin tiempo para su propuesta principal, justamente, al hablar de seguridad. El reloj volvió a jugarle en contra en varias de sus exposiciones. Igual suerte corrió Roberto Lavagna, que repitió los inconvenientes para redondear ideas, pocas veces salió del tono monocorde y nunca logró atraer la atención con sus exposiciones.
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